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Estrenos Junio-Julio 2005 Por Miguel Ángel Ordóñez y David Rodríguez Cerdán |
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Con la llegada de los rigores veraniegos, el cine familiar y de entretenimiento infantil pueblan las carteleras españolas. Con una cada vez mas ínfima calidad en los productos, los meses de Verano son especialmente proclives para que los amantes del cine se dediquen a cualquiera de sus hobbies secundarios, pues con cuentagotas podrán acceder a productos rigurosos y de calidad. La controvertida “Primer” y las reposiciones de algunas de las obras maestras de Dreyer, se antojan un bagaje demasiado escaso. Entre las producciones comerciales, los estrenos de las esperadas “Batman begins” del excesivo Christopher Nolan, con decentes resultados, y de “La guerra de los mundos”, un filme alimenticio sin excesivo interés por parte de Spielberg, se han convertido por mérito propio en películas de cierto interés. A continuación hacemos repaso a algunos otros estrenos llevados a cabo en estos dos meses, excusa para comentar los acercamientos musicales de compositores en algunos casos interesantes. |
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| Dead End (Dead End: Atajo al infierno) 2003 De Belles, Greg
Últimamente se ha puesto de moda la fusión de géneros, especialmente en el terreno del terror. Esta coproducción franco-americana, dirigida por los franceses Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa, pretende narrar una historia sobrenatural con socarrón humor negro. Ni la cinta asusta ni da risa, simplemente provoca impaciencia, hastío, a pesar de un metraje escaso que ayuda a hacer digerible este juguete sin gracia. La simple historia, una familia que como todas las Navidades acude a casa de los suegros del marido a celebrar la Nochebuena con la fatalidad de tomar un atajo por una carretera secundaria donde una mujer de blanco y su hijo muerto desencadenan una serie de circunstancias fatales, intenta dosificar los golpes de efecto y unos diálogos que inciden en el desmoronamiento familiar, sin lograr una cosa ni otra. Un ejercicio de estilo hueco con un giro final pretencioso e innecesario buscando otorgar una explicación trascendental a una soberana memez.
Greg de Belles es un compositor de escaso talento iniciado a finales de los 80 y en cuya carrera destacan títulos interpretados por Chuck Norris o Charles Bronson, llenos de patadas y asuntos sucios. Un escaso bagaje que le ha hecho perderse últimamente entre series y filmes de muy bajo presupuesto. Este “Dead End” es uno de ellos. La partitura es meramente ambiental y se centra en acompañar los momentos de suspense con un plano uso de cuerdas sampleadas, guitarras eléctricas y notas al piano. El empleo de coros, con un tono casi-religioso, denota aún mas las carencias de presupuesto puesto que al acudir a samplers otorga mas frialdad a un conjunto siempre situado en una línea discreta y de apoyo funcional. La utilización de percusivos golpes de efecto tampoco ayuda a levantar un listón muy pobre. En la línea de la película.
Fecha de estreno: 24-Jun-2005
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| Rottweiler 2004 Thomas, Mark
Hablar de la Fantastic Factory, es hacerlo de un proyecto conjunto del productor Julio Fernández y del también director Brian Yuzna. Filial de la Filmax, conjuga filmes de muy bajo presupuesto y deleznable resultado (Arachnid, Dagón, Faust….) junto a producciones costosas, con miras al mercado internacional, de cuidada ambientación como la fallida “Darkness” o de insana introspección como la espléndida “The Machinist”. “Rottweiler” puede incluirse dentro del primer tipo de proyectos indicados. Dirigida por el nada talentoso Yuzna, el filme es deplorable, de una calidad ínfima y sonrojante. Presenta, en un futuro no muy lejado, un Sur de España que funciona como ciudad sin ley en manos de un hacendado sin escrúpulos (un patético Paul Naschy), aderezado con el trascendental problema de la inmigración y el drama de las pateras y con la inclusión de una joven pareja que jugando a un peligroso juego de rol llamado “Infiltración” da con sus huesos en un campo carcelario para inmigrantes del que logra huir uno de ellos, siendo perseguido en pelota picada por el esqueleto imaginario de un Rottweiler asesino que engendra al propio diablo. Como comprenderán, uno no esta para semejantes “sustos” y menos en las épocas veraniegas donde el sol aprieta lo suyo. Lo de los exhibidores, en verano, es de vergüenza ajena. Productos destinados al videoclub mas perdido del barrio mas marginal del planeta, publicitados como filmes de decente alcurnia. Necesito unas vacaciones urgentemente.
El otrora interesante y prometedor compositor galés Mark Thomas, autor de la solemne y elegante “Aristocrats” o de la inquietante “Dog soldiers”, es el encargado de la ambientación musical de la función. Su trabajo en este “Rottweiler” se puede calificar de lamentable en ideas y desarrollo. Una obra fría, apoyada en recursos entregados a la electrónica, con empleo exclusivo de sintetizadores, que se limita a apoyar, muy alejado de cualquier tipo de emociones, las andanzas y desventuras del sufrido protagonista a ritmo tecno y con sonidos oscuros, sin luz o calidez. El leitmotiv se presenta en los títulos iniciales con abusivo empleo de guitarra electrónica, mientras la nula existencia de motivos secundarios se suple con un ejercicio vacío de golpes de efecto y de atonalidad desmedida. Los supuestos momentos donde se apela a la emoción del huido (en sus recuerdos hacia la novia desaparecida) se solucionan con el simple subrayado de una guitarra que a mayor sonrojo confunde el sur de España con el caluroso desierto mejicano. Un horror.
Fecha de estreno: 10-Jun-2005
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| Primer 2004 Carruth, Shane
Primer es, verbum gratia, la primera película del ex matemático y ex ingeniero Shane Carruth. Ante todo, conviene que tengan presente las credenciales de este wunderkind de Dallas para asimilar debidamente su debut cinematográfico. De lo contrario, corren el riesgo de que su ópera prima se les atragante como una maquinación artie, epatante y onanista. Es el precio que ha de pagar el director con los espectadores más impacientes y conservadores. En cualquier caso, considero por varias razones que su película está libre de tales cargos.
La película de Carruth examina, de forma fascinante, el tema del viaje en el tiempo. Dos jóvenes y emprendedores ingenieros (Abe [David Sullivan] y Aaron [el propio Shane Carruth]) dividen su rutina entre la jornada laboral y la investigación doméstica: de ocho a tres trabajan en una empresa de ingeniería y el resto del día pasan el tiempo experimentando en el garaje de Aaron. El objetivo es intentar reducir la masa aparente de los objetos bloqueando la fuerza gravitatoria en torno a ellos. Están convencidos de que si el proyecto tiene éxito podrán hacerse con varias patentes. Lo que no imaginan es que los experimentos, eventualmente, revelarán un descubrimiento mucho más significativo. Aunque la premisa de Primer resulte manida, el resultado final está lejos de serlo. En el film de Carruth todo sucede con una naturalidad sorprendente. No hay interjecciones, no hay efectismos, no hay moralina. Ésa es la dieta que se impone el director para conseguir que el inefable tema, hasta ahora bien afincado en la ciencia ficción, resulte absolutamente plausible. Nótese: plausible. Ése es el alto riesgo que asume Carruth en su película y que, al parecer, se salda con la adoración o el vituperio. No desea ser simplemente verosímil, sino plausible. Carruth ha concebido una película sobre el viaje en el tiempo que seguramente enarbola la teorética más perfecta, las bases físicas más ilustradas sobre el espacio y el tiempo. Seguramente también cualquier físico que se encuentre entre el público de Primer refrendará la pulcritud científica de su artífice. Pero considero que ese hiperrealismo, esa incontestable fidelidad a los protocolos, códigos e idiosincrasias de la ciencia es sólo un medio para lograr un objetivo, y no el objetivo en sí. Lo que pretende Carruth, ni más ni menos, es clavar al espectador en su butaca durante una hora y veinte minutos. Irónicamente, su estrategia consiste en eliminar de la ecuación la imaginería wellsiana, el mito, la frase trágica, el aparato fantástico. Es decir, todas aquellas cosas que suelen servir a ese propósito. Muy al contrario: la mente lógica de Carruth procede por reducción. Hitchcock usaba macguffins narrativos, Carruth usa macguffins formales. Es más que probable, pues, que los encorbatados treintañeros que protagonizan Primer no sean sino proyecciones de él mismo. Y seguramente las conversaciones técnicas que entablan Abe y Aaron sean muy parecidas a las que él mismo ha debido entablar en las horas muertas de laboratorio. Son conversaciones llenas de tecnicismos y de precisiones matemáticas que, naturalmente, escapan a los legos. Lo mismo le sucede a cualquiera que escuche una conversación de filósofos, de compositores o de enófilos. Carruth nos coloca como oyentes en medio de una de esas conversaciones. Lo que no nos facilita es la traducción simultánea. Y es que de eso se trata. El modo que tiene Carruth de engancharnos a su Primer es permitirnos que no entendamos nada. Sólo una millonésima parte de su público podrá entender los detalles del experimento. Los profanos, por contra, hemos de seguirlo a tientas. En mi opinión, disfrutaremos nosotros más que ellos. La consigna del director es mantener el suspense a través de un extrañamiento controlado. Primer convence al espectador de estar siendo testigo presencial, al estilo Big Brother, de una excepcional aventura científica que podría estar sucediendo ahora mismo en cualquier parte del mundo. Y en mi opinión, consigue esto con creces.
En una película de estas características cualquier música resulta superflua. Es comprensible que Carruth, siendo un director nobel, se haya sentido más seguro aplicando un discreto fondo musical a su arriesgada peripecia. Pero lo cierto es que Primer funcionaría al ciento por ciento sin aditamentos musicales. Todas las películas contemporáneas que versan sobre la cotidianidad y que pretenden un cierto realismo se valen de un concepto que ya es cliché: la cageana/kageliana/reichiana música electroacústica de Thomas Newman (verbigracia: American Beauty). Carruth, intuitivamente, recurre a ese estilo general para apuntalar el montaje y aportar cierta sensación dinámica al ditirambo científico. Afinando un poco diré que su música (compuesta y producida digitalmente) presenta dos inconsistencias: la primera es su mera existencia como producto de acompañamiento. Es cierto que, de entre todos los estilos musicales que abundan en el cine de nuestros días, el de Newman es el más neutral e inocuo. Sus composiciones ejercen un menor grado de influencia sobre el público (el propio Newman defendió así su oficio como músico de cine) y son las que mejor se acomodan al cine verista o documental, pero en tanto que composiciones musicales no dejan de aportar, como es natural, una perspectiva, un sentimiento concreto. Esta aplicación (de cuantas hay la “menos mala”, por así decirlo) perturba ligerísimamente el (casi) imperturbable realismo de Primer. La segunda inconsistencia es la heterogeneidad. Carruth mezcla la música newmaniana (ritmos asimétricos en el teclado, sonido de metalófonos) con pasajes de piano à la Satie, más melódicos y formales. Este choque de registros resulta, para un oído en forma, un tanto molesto. En resumen: la música de Primer denota la huella de una mente intuitiva, pero inexperta y (lo que es peor) resulta más explicativa que la película misma. Errores casi imperceptibles que podrían haberse esquivado con un gramo más de audacia. Primer, como dije antes, es una de esas películas a las que no les hace falta maquillaje.
Fecha de estreno: 10-Jun-2005
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| Elvis has left the building (Love me tender) 2004 Kitay, David
Tras el inesperado y exagerado éxito del sleeper “Mi gran boda griega”, el director Joel Zwick volvió a transitar el camino de la comedia con esta grotesca propuesta a mayor gloria de una eternamente joven Kim Basinger, traducida en España como “Love me tender”. Tan sólo mes y medio después las carteleras españolas estrenan su último filme, la amenazante “Fat Albert”. “Love me tender” gira alrededor de la figura de Elvis Presley y de un concurso de imitadores en el que dos almas en busca de roce (la Basinger, una maestra en ventas tipo “Avon llama a su puerta” y un publicista a punto de divorciarse, el actor John Corbett) se verán implicadas en una surrealista trama de asesinatos fortuitos y policías con tendencia al “dragquineo”. Un filme de esos que uno considera infumable a los 10 minutos de metraje y que si no fuera por esta sección hubiera provocado mi estampida hacia mejores formas ociosas de perder el tiempo. Sin duda, la mejor demostración del poder de una industria americana, con salas estreno en todo el globo terráqueo, que es capaz de deslizar subproductos que atentan contra el mas mínimo sentido de la decencia mental, en aras a implantar un estilo de vida tan artificial como grotesco. Huyan de las palomitas, la coke de turno y una hamburguesa con mucho ketchup y quédense con los callos, el queso manchego, el jamón del bueno y un decente vino de mesa, cosas menos ofensivas para el cerebro.
Tras suplicarles mil perdones por salirme del tema, lo único decente de esta andrajosa cinta corre a cargo del bueno de David Kitay. Perdido entre subproductos de cuarta fila (recuerden “Enamórate” en la Sección de Estrenos de Abril), Kitay se muestra eficaz en su apuesta por un suave romanticismo que tiende a fusionar con el empleo de guitarras acústicas que sirven de enlace con las canciones de Elvis que aderezan, sin ton ni son, el metraje. El score puede dividirse en tres secciones: por un lado la vis cómica queda reflejada con el habitual, y por ende ya cansino, empleo de viento sinuoso sobre punteos de cuerda sin el mayor atractivo que la ambientación descriptiva que se logra. Frente a ella, el uso de desquiciantes flashbacks, potenciando la niñez de la perdida Basinger y su encuentro con el verdadero Elvis, es resuelto con una bella melodía romántica y poderosamente nostálgica. Por último el tema de amor, a pesar de su simpleza, destaca por su carácter evocador, con un minimalista empleo del vibráfono y la guitarra. Un esfuerzo convencional pero al menos transparente y sincero. Como los músicos del “Titanic”, Kitay prefiere hundirse con el barco antes que huir de una muerte segura. Loable pero improductivo.
Fecha de estreno: 24-Jun-2005
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| The life and death of Peter Sellers (Llámame Peter) 2004 Hartley, Richard
Tras la cosecha de Emmys obtenidos por esta cinta televisiva durante el presente año con gran éxito de crítica, los distribuidores españoles no han perdido la oportunidad de estrenarla en nuestros cines, evitando un pase televisivo que aportara escasos beneficios. Sagaz y previsible. A decir verdad, el telefilm lo merece porque a pesar de la sorpresa inicial de encontrar tras la cámara al rutinario Stephen Hopkins (“Volar por los aires”, “Los demonios de la noche” o “Bajo sospecha”), el jamaicano logra casar a la perfección la turbulenta vida entre la ficción y la realidad de una estrella déspota con sus hijos, sumergido en las drogas y el sexo con su segunda esposa, la explosiva Britt Ekland (Charlize Theron), agazapado bajo la figura de una madre que solo le inculca el éxito a cualquier precio o celoso en su tormentosa lucha de egos con el director Blake Edwards (John Lithgow). En el papel de Sellers, Geoffrey Rush vuelve a estar espléndido en la recreación de un ególatra empedernido, superficial y violento, que demuestra que bajo la piel de un cómico afable e histriónico puede esconderse un implacable hijo de puta inmaduro preocupado por sacar lustre a su estrella. Un filme admirable, que aun tendiendo al abuso del kitsch y al desdoblamiento de personalidades con pasajes delirantes, constituye de lo mejor que ha pasado por nuestra pantallas en este famélico verano repleto de cine-basura.
El británico Richard Hartley es poseedor de una dilatada carrera cinematográfica llena de luces (“A princess Caraboo”, “A thousand acres”, “Alice in wonderland”) y sombras (“Shenna”, “Playing God, “Lion in winter”). Trabajos como “Don Quixote” o “The lady vanishes” se sitúan en un camino intermedio donde los hallazgos compiten con una discreta decepción auspiciada por una tendencia musical plagada de esquematismos románticos y solemnes que no logran sumergir al espectador en la temática de la cinta. Ese es el mayor problema que plantea este “Llámame Peter”. Si bien es cierto que captura el espíritu del personaje de Sellers con una melodía tragicómica recurrente para piano y fagot en relación a sus fracasos, convertido en material vivaz y añejo bajo compases ubicados en ritmos de los 60 para los momentos de éxito, la falta de pasión y de fuerza constituyen un lastre en un trabajo correcto pero convencional. Se antoja difícil conjugarlo con un personaje visceral, un payaso triste que no sabe llorar, un juglar que confunde realidad y ficción, como Hartley acierta a exponer en la escena fuera de los platós de “Casino Royale” con su parodia al estilo Bond. Solo cuando asistimos al Sellers final, en soledad y bajo el peso del tiempo, las notas de un ejemplar piano nos sumergen en su decadencia, aportando una emoción que no siempre acompaña la tormentosa vida de este maestro de las apariencias.
Fecha de estreno: 22-Jul-2005
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| Because of Winn-Dixie (Mi mejor amigo) 2005 Portman, Rachel
La irregular carrera del director Wayne Wang, con inteligentes productos independientes como “Smoke” o “El club de la buena estrella” en sus inicios, parece estar abocada a la realización de cintas comerciales destinadas al público joven (“A cualquier otro lugar”, “Sucedió en Manhattan”), cuando no al llamado “cine familiar”. “Mi mejor amigo” puede circunscribirse en este último apartado. Narra los esfuerzos de Opal, una niña que se instala junto a su padre, predicador baptista, en un pueblo perdido del sur de los Estados Unidos donde entabla amistad con unos tristes habitantes mal avenidos, gracias a la ayuda de un inseparable perro que tan necesitado de compañía como ella, acaba adoptando. El recuerdo de una madre que la abandonó a los tres años y el acercamiento a la figura de un padre que no ha superado la pérdida son los motores sobre los que Wang construye una amilbarada cinta que no se decanta ni por la comedia ni por el drama rural. Sin duda la película se ve con interés e incluso se convierte en un tristísimo caleidoscopio de vidas arruinadas, vacías y sin sentido que Opal cambia de manera poco creíble. Entretenida pero desaprovechada.
Los primeros filmes de Wang contaban con la presencia de la siempre interesante Rachel Portman, en especial “El club de la buena estrella”, donde lograba uno de sus mejores trabajos. Su aportación a “Because of Winn-Dixie” es correcta aunque algo superficial. Si bien es cierto que con estos mimbres podría haber logrado un trabajo mucho mas firme, en especial en el retrato de unos personajes perdidos, su música aporta emoción y nostalgia. Moviéndose en el territorio amargo y triste que domina gran parte de la cinta, Portman construye dos temas sobre los que gira el devenir de los protagonistas. El tema asociado al perro bebe del espíritu sureño con empleo de guitarras, flautas, piano, arpa y cuerda logrando una melodía hermosa y dulce, centrada en las bondades del animal. El tema de Opal es melancólico en su introducción de maderas nobles sobre cuerda, potenciando la visión evocadora de una madre ausente que vive en la memoria de la niña. La ausencia de leitmotiv secundarios asociados al resto de personajes, conllevan a que Rachel se centre en enfatizar situaciones con un tratamiento mas convencional: música dinámica para las trastadas del perro, sureña para el retrato del pueblo, melancólica en su visión tierna de los sufridos adultos. Un mayor dramatismo emerge con la desaparición del perro, así como texturas ya oídas en otros trabajos de la compositora, como las reminiscencias a “Emma”, afloran en la escena de la fiesta. Un trabajo sólido a la par de sencillo.
Fecha de estreno: 01-Jul-2005
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| Man of the house (El hombre de la casa) 2005 Newman, David
Dirigida por el impersonal Stephen Herek (“Los tres mosqueteros”, “Mr.Holland Opus”, “El gurú”), “Man in the house” narra la historia de un duro Ranger de Texas, Roland Sharp (Tommy Lee Jones) que en su investigación de la muerte de un soplón debe hacerse cargo de la protección de las únicas testigos del crimen: cinco animadoras de la Universidad de Texas. Como puede suponerse, el filme se mueve entre la comedia y el thriller, además con ínfimos resultados. Como investigación criminal la trama de vuelve risible y carente de toda lógica, moviéndose entre personajes esquemáticos con el afán de no dispersar la acción, dejando un montón de cabos sueltos y nulas explicaciones en el camino. Como comedia que enfrenta dos generaciones, la de las casquibanas y cortas de entendederas animadoras de fútbol americano y la del duro policía entrado en años (que vive una historia de amor surrealista), la película se pierde entre clichés y gags de escasa gracia que invitan al sesteo. Un subproducto de consumo que busca entretener sin un ápice de interés y credibilidad.
El contenido musical de esta farsa corre a cargo de David Newman. Quizás uno de los miembros de la ilustre familia Newman con mas preparación para la composición cinematográfica (no olvidar su papel al frente del Festival de Sundance), que debido a una nula capacidad para acertar en la elección de proyectos, se ha visto abocado al encasillamiento en comedias y filmes familiares que no le permiten demostrar su verdadera valía. “Man in the house” es una nueva oportunidad perdida en su carrera. Al menos David parece no tomarse la película demasiado en serio como muestra su tendencia a la parodia y el sistemático empleo de “robadas” texturas musicales. Así en la escena inicial presenta al policía bajo acordes del clásico “Spirit in the sky” y al patoso Cedrid The Entertaiment con el gospel de rigor, asumiendo sus roles de tipo duro y chistoso predicador sin innecesarias vueltas de tuerca. Los dos temas centrales ahondan aún mas en la falta de originalidad. Mientras el asociado al Ranger de Texas es una marcha dinámica y vitalista al puro estilo John Powell, las “lolitas” con pompones se presentan con un estilo claramente asociado a Thomas Newman, en concreto a su visión de la voluptuosa Mena Suvari en “American Beauty”. Un par de motivos de acción diseñado para los momentos de persecución recuerdan vagamente la preparación orquestal del compositor. Poca historia para tan pocos mimbres.
Fecha de estreno: 08-Jul-2005
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| A lot like love (El amor es lo que tiene) 2005 Wurman, Alex
Moviéndose en el terreno de la comedia en sus dos filmes anteriores, “El jardín de la alegría” y “Las chicas del calendario”, el director Nigel Cole ataca de nuevo un género donde siempre ha mostrado especial interés en la vertiente sentimental de sus personajes. “El amor es lo que tiene” es un sucedáneo que juega con el interés de observar como vouyeurs los encuentros y desencuentros de dos polos opuestos en forma de hombre y mujer que sin embargo, pasados siete años, acaban encontrando el punto común que les une como pareja, tras los fracasos individuales de ambos. Sin embargo, el experimento lleva la etiqueta mas convencional posible y se propone hablar del amor como si del sueño americano se tratara. Situaciones rutinarias cuando no inverosímiles, sin progreso ni proyección alguna, cansan a un espectador que asume impertérrito que por muchos giros de historia que se nos trate de imponer, estos dos insulsos niñatos anti-existencialistas acabarán juntos y creando una adorable familia para siempre. Sólo apta para adolescentes con acné y quinceañeras soñadoras que aceptan OT como una fábrica de estrellas.
El interesantísimo compositor Alex Wurman, cuyo nombre dará que hablar en breve tiene la difícil tarea de dar cierto contenido emocional a un filme que cuando precisamente necesita de esa ayuda, acude a las miserables canciones románticas oídas una y mil veces en productos por el estilo. Gracias al éxito de la versión musical americana de la película francesa “March of the Penguins”, a los que se suma sus jazzy y modernos scores para “Anchorman” y “Hollywood homicida”, el nombre de Wurman comienza a hacerse un hueco en el panorama musical actual. Su trabajo para “A lot like love”, sin embargo, no puede considerarse de lo mas interesante de su filmografía. Sumado al problema de canciones antes expuesto, su breve score se reduce a puntualizar siempre en un tono menor, los encuentros y desencuentros de la pareja. Presentado inicialmente sobre guitarras y percusiones, a la manera Thomas Newman, el tema central es distante pero atractivamente melódico. Con el mismo subrayará los encuentros casuales de la pareja condenada a amarse. Sin embargo, un tema asociado a Emily, cuando acude al cementerio por primera vez, de fuerte tono melancólico para guitarra y cuerdas, se adueña de los sucesivos encuentros pasados los años, queriendo con ello pasar de la simple atracción al amor verdadero. La madera y la cuerda se apoderan definitivamente de la pantalla con el previsible final feliz al que estábamos abocados desde el primer minuto de los larguísimos 98 que dura este insulso producto. Un Wurman mas convencional, efectivo pero lánguido.
Fecha de estreno: 08-Jul-2005
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| The Amityville horror (La morada del miedo) 2005 Jablonsky, Steve
Remake de la obra dirigida por Stuart Rosenberg en 1979 con gran éxito de público, que dirigida por el desconocido Andrew Douglas, pasa por ser un producto asociado a la personalidad y el “buen ojo para los negocios” del nefasto Michael Bay. Productor del remake de la cinta “La matanza de Texas”, ataca de nuevo con un film de mediano presupuesto destinado a rellenar sus arcas con el fin de acometer unas superproducciones que, en la relación coste-beneficio, son seguramente menos productivas. El filme adolece de todos los efectismos asociados a este “maestro” de la modernidad cavernícola. Una estética videoclipera presentada desde los títulos de inicio, una burda sucesión de escenas que en lugar de provocar miedo, de sugerirlo mas bien, apuestan por la truculencia, por las apariciones fantasmagóricas y el derroche de la hemoglobina. Todo ello lo adereza con el “basado en hechos reales” que predispone al público a tomarse en serio esta sucesión de planos forzados, de personajes esquemáticos, de situaciones previsibles y de consecuencias tan aleatorias como turbadoramente esquizofrénicas. Lo de siempre.
Parece que a Bay va a quedar asociada en adelante la figura de Steve Jablonsky. Tras su participación en la fallida “La matanza de Texas” y en ese ejercicio vacío y hueco de contenido que es “La isla”, el compositor mediaventures es de nuevo la apuesta de la factoría Buckheimer para subrayar el horror de una familia media en busca del sueño americano en forma de mansión colonial holandesa. El trabajo de Jablonsky tiende a bipolarizar la trama de la cinta: por un lado, se muestra eficaz e interesante en el acercamiento inicial al horror. Su música progresa entre acordes tensos y llenos de misterio con un tema asociado a la casa de cuatro notas, donde el piano, los sintetizadores y la cuerda crean cierta desazón. Asimismo, la melodía asociada al padre muerto, sencilla en su planteamiento de dos notas a modo de nana cuando lo recuerda la hija pequeña, funciona a la inversa con descensos a la cuerda y empleo de notas cálidas al piano. Hasta aquí, Jablonsky apuesta por la sutileza, sin aportar nada nuevo pero con un atractivo convencionalismo. Sin embargo, en los momentos donde la película entra en barrena con una sucesión de efectismos y situaciones mas de acción que de terror (la hija poseída en el tejado, toda la parte final), prefiere remitir todo el subrayado musical a los golpes de efecto al sintetizador, a rítmicos y ensordecedores pasajes percusivos que se limitan a enfatizar la acción. Muy obvio. Debería Jablonsky aprender a discernir la línea que separa la inteligencia del mero ejercicio grandilocuente y efectista, en el que anda perdido sin remisión.
Fecha de estreno: 22-Jul-2005
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| Son of the mask (La Máscara 2) 2005 Edelman, Randy
Tras el enorme éxito de taquilla doce años atrás de “La máscara”, el filme que lanzó al estrellato a Jim Carrey y estableció en la industria americana a la guapísima Cameron Diaz, raro ha sido esperar una secuela todo este tiempo. Entre retrasos y sin la participación del principal aliciente de la primera, su actor (sic), esta secuela ha sido dirigida por el infantilizado Lawrence Guterman, autor de esa insufrible comedia de animales parlanchines “Perros y gatos”. Para el que les escribe, en lugar de doce años podría haber sido una eternidad. Si la primera era muy mala, esta continuación no alcanza ni siquiera la categoría de película. Una sucesión de gags sin gracia, un argumento insultante y unos efectos digitales de pena, no hacen justicia a un presupuesto holgado de 80 millones de dólares, de los que hasta el momento la productora solo ha conseguido recuperar 17. Un absoluto fracaso. Un dibujante con miedo a ser padre y unos temibles dioses nórdicos en busca de la dichosa máscara son los invitados a este patético ejemplo de estreno veraniego. Un ponderado homenaje a los dibujos de la Warner constituyen el único aliciente decente en esta sarta de pamporros sin sentido y “actuaciones” desbocadas.
El controvertido Randy Edelman repite experiencia tras haber participado en la primera entrega, sin resultados interesantes por cierto, puesto que en aquella realizada una sucesión de temas sin unidad con una tendencia al exceso en forma de inadecuado empleo percusivo, su espada de Damocles. La falta de un tema central retentivo pesó demasiado en su contra. Sin embargo, con afán por redimirse logra unos resultados mas que decentes en esta continuación donde aporta material novedoso y alguna escueta referencia al tema de la original. Su trabajo navega entre el mickeymousing cómico y la pura acción, con momentos delicados y melancólicos en su mirada a la tierna familia del hijo de la Máscara. Prescindiendo del consabido y machacón empleo de sintetizadores su trabajo se acerca mas a la sutilidad cómica de “Beethoven 2” que a la grandilocuencia enfática de “Gettysburgh”. Con medido uso del silencio y con un esquema narrativo sumamente descriptivo, Edelman destaca poderosamente por la introducción de dos melodías melancólicas y dulces que emergen en la presentación de la familia protagonista en una idílica campiña con empleo de cuerda y piano, y en el motivo asociado a la paternidad, una melodía simple y bella complementada con el uso de maderas. La utilización de coros y la gran expresividad del metal en las escenas mas contundentes del filme son un ejemplo de la seriedad con la que Edelman logra ponerse muy por encima de esta penosa cinta. Una grata sorpresa.
Fecha de estreno: 22-Jul-2005
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